3/26/2010

Beato Artemides Zatti

Artémides nació en Italia en 1880. No tardó en experimentar la dureza del sacrificio, tanto que a los nueve años ya trabajaba como peón. Obligada por la pobreza, a principios de 1887, la familia Zatti emigró a Argentina y se estableció en Bahía Blanca. A los 20 años entró como seminarista en la casa salesiana en Bernal. Asistiendo a un joven sacerdote enfermo de tuberculosis, contrajo esta enfermedad. Lo enviaron entonces a la casa salesiana de Viedma, de clima más propicio. Allí había un hospital con un enfermero salesiano que invitó a Artémides a rezar a María Auxiliadora para obtener la curación, sugiriéndole hiciera esta promesa: «Si Ella te cura, tú te dedicarás toda la vida a estos enfermos». Artémides hizo de buen gusto tal promesa y se curó. Ya como hermano coadjutor se consagró totalmente al Hospital. A partir de 1913 toda la responsabilidad del hospital recayó sobre sus espaldas. Fue vicedirector, administrador, enfermero. Su servicio no se limitaba al hospital sino que se extendía a toda la ciudad, y a las ciudades de Viedma y
Carmen de Patagones. En caso de necesidad se movía a cualquier hora del día y de la noche,
llegando a los tugurios de la periferia y haciéndolo todo gratuitamente. Su fama de enfermero
santo se propagó por todo el sur y de toda la Patagonia le llegaban enfermos. No era raro el
caso de enfermos que preferían la visita del enfermero santo a la de los médicos.
Artémides Zatti amó a sus enfermos de manera verdaderamente conmovedora. Veía en
ellos a Jesús mismo, hasta tal punto que cuando pedía a las hermanas salesianas ropa para un
muchacho recién llegado, decía: «Hermana, ¿tiene ropa para un Jesús de 12 años?». La
atención hacia sus enfermos alcanzaba rasgos muy delicados. Desarrolló una actividad
prodigiosa con habitual prontitud de ánimo, con heroico espíritu de sacrificio, con desapego
absoluto de toda satisfacción personal, sin tomarse nunca vacaciones ni reposo. Hay quien ha
dicho que sus únicos cinco días de descanso fueron los que pasó...¡en la cárcel! Sí, conoció
también la prisión por la fuga de un preso recogido en el Hospital, fuga que se la quisieron
atribuir a él. Salió absuelto y su vuelta a casa fue un triunfo. Fue hombre de fácil relación humana, con una visible carga de simpatía, alegre cuando podía entretenerse con la gente humilde. Pero sobre todo, fue un hombre de Dios. Artémides lo irradiaba. Un médico más bien incrédulo del Hospital, decía: «Cuando veía al señor Zatti, vacilaba mi incredulidad». Y otro: «Creo en Dios desde que conozco al señor Zatti». En 1950 el infatigable enfermero cayó de una escalera y en esa ocasión se manifestaron los síntomas de un cáncer. Continuó cuidando de su misión un año más, hasta que tras sufrimientos heroicamente aceptados, su alma se fue al cielo el 15 de marzo de 1951 con total conocimiento, rodeado del afecto y del agradecimiento de toda la población. Artémides Zatti fue declarado beato por Juan Pablo II el 14 de abril de 2002.